Asesinato 1, 2, 3...

La detective Ramírez se dejó caer en su sillón, el despacho le parecía cada vez más pequeño, más lóbrego. Más allá de la ventana veía la ciudad de Betlam City, una ciudad atestada de gente con la cabeza gacha, una ciudad que día tras día ve cómo el caos se apodera de ella. Y eso, a Ramírez, no le gusta nada.

Sí, es policía, detective de homicidios para ser más concreto, pero sabe que no puede arreglarlo todo. Mucho menos en un cuerpo de policía tan corrupto como el de la ciudad; es de esos pocos polis buenos que quedan en un circo de sobornos, miradas hacia otros lados...

En la pared de su despacho figura el recorte del que fue su primer caso. Un incidente en el Dunwich Assylum, el sanatorio para enfermos mentales y prisión de máxima seguridad. Allí escuchó por primera vez de la presencia del enmascarado que, como él, protegía Betlam de la oscuridad: el Centinela.

Puede que el Centinela no sea más que una leyenda urbana, pero desde luego, Ramírez sabe que para ella, ese Centinela es un compañero más.