Espadas y puñales

Un nuevo día amanece, en los terrenos que rodean el Castillo Mönnerd el aire está enrarecido, se respira el aroma de la batalla y la muerte. Los cadáveres se amontonan en una pila cercana mientras los vencedores de la batalla saquean los cuerpos y les prenden fuego antes de que comiencen a pudrirse; hace mucho que la Plaga quedó erradicada pero no quieren arriesgarse y que esta vuelva a producirse.

Ante vosotros se levanta, majestuoso en otros tiempos, los restos del castillo, cubiertos por la maleza que ha ido ocultándole de la vista. Sabéis de sobra que su interior alberga tesoros que podrían convertiros en reyes, pero también hay trampas y peligros que harían acabar precipitadamente vuestra vida.

Tras rodear la zona de combate, accedéis a una entrada oculta del castillo de la que habéis podido saber gracias a un hombre borracho que habló más de la lengua en una taberna. Al parecer, el antiguo Señor del castillo utilizaba esa ruta para salir sin ser visto en la noche, yacer con alguna joven y volver a sus aposentos cuando el sol salía.

Movéis las piedras que activan el mecanismo y cuando la pared falsa, se desliza con quejidos del tiempo, un fuerte olor a humedad os golpea en la cara. Prendéis vuestras antorchas mientras accedéis al interior del pasillo, por él se oye el ruido del agua cayendo, gota a gota, signo inequívoco del lamentable estado del castillo; en vuestro interior esto os reconforta, si el tiempo ha tratado tan mal el lugar, puede que las trampas hayan sufrido lo mismo.

La aventura comienza aquí.

El aire que viene del interior del pasillo empuja hacia atrás las llamas de las teas, haciendo que el juego de luces de un aspecto más fantasmagórico a la estancia. De un salto, Lucien Da esquiva una pequeña rata que pasa corriendo por el pasillo, tras ella sus compañeros: Nayra la maga humana y Bandar Khan el guerrero humano, ven cómo esta tropieza con un saliente en el suelo y cae de rodillas frente a lo que parece, desde la distancia, una piedra blanca pulida.

Más de cerca, la propia Lucien comprueba que su cara ha quedado a escasos centímetros del cráneo de un aventurero que, hace mucho tiempo, también se adentró en aquel pasadizo.

Lucien Da, el ELFO, se aparta rápidamente de su hallazgo. Con cuidado, toquetea los restos intentando encontrarle sentido al por qué está ahí; tras ver que no supone ningún peligro rebusca entre los utensilios del cadáver, encontrando 5 monedas de oro y una llave oxidada.

Su compañero el guerrero Bandar Khan le ayuda con la intención de encontrar pistas sobre la muerte de aquel desdichado, pero las suposiciones le hacen pensar que murió por causa natural puesto que no presenta indicios de golpes. Aun así, son sólo huesos...

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